Cruzamos el estrecho.

Así, sin más..., como sin querer, cruzamos el estrecho, debemos tener bastante corriente a favor porque el gps en algún momento ha marcado diez nudos de velocidad, entre guardia y guardia perdemos el Atlántico y la bahía de Cádiz.

Enrique, del Telémaco, vino a vernos y nos enseñó Cádiz, y menos mal que lo hizo porque si no nos quedamos sin descubrir esos encantadores rincones que toda ciudad posee pero que para el recién llegado puede pasar inadvertidos. Paseando por calles empedradas nos contaba un poco la historia de la ciudad, nos contó lo del maremoto que se produjo en Lisboa allá por el 1755 y que llegó hasta las murallas de la ciudad y que una cofradía de religiosos salieron a parar las aguas que invadían la ciudad y mira tu que casualidad que, en efecto, las aguas se detuvieron, nos enseñó los cañones que hay en las esquinas de las paredes de algunas casas que puestos verticalmente evitaban que los carruajes de la época rozaran las esquinas, nos llevó a tomar unos vinitos acompañado de unas tapitas de jamón y queso que quitan el sentio a Casa Manteca en el barrio de la Viña, luego fuimos al emblemático restaurante el Faro a tomar otro vinito y a probar la tortilla de camarones, seguimos la ruta y vamos a por el tercer vinito a la taberna El Marqués de Cádiz donde tenemos la suerte de escuchar a un cantaor y una cantora de flamenco espontáneos, vivimos el ambiente gaditano con emoción, todavía nos quedan un par de bares más por recorrer, fantástico ha sido una buena noche.

Ahora ya estamos en el puerto de Almerimar, las travesías ya se nos hacen muy cortas y así como sin querer - ya lo dije antes- tragamos millas y se nos hace de noche y no nos apetece parar y seguimos navegando y entre los tres ya hemos cogido un buen ritmo y nos entendemos bien y sabemos cada uno cual es nuestra tarea y así seguimos navegando y hubiésemos seguido dejando nuestra estela en el mar ... pero, señores ,¡ esto es el Mediterráneo! el mar se ha quedado suave de un color metálico, no corre ni una brizna de aire, nada, ni un pequeño suspiro, la costa, escondida, se adivina tras la niebla gris, todo es quietud, todo silencio, todo calma, algo como de otro mundo...sería tan bonito si no fuese porque tenemos que ir a motor. Se nos acaba el gasoil, llenamos con las dos garrafas que tenemos de reserva, hemos gastado mas gasoil de Cádiz a Almeria que de Canarias a Cádiz, ayyy esos alisios... en fin, que tenemos que parar a repostar y lo hacemos en Almerimar.


Es de noche, conocemos el puerto, estamos tranquilos, buscamos la roja de babor y la verde de estribor, ningún problema, Ernesto y yo ponemos las defensas al Nami mientras el Sisco llama por la VHF portátil al puerto, canal nueve, no recibimos respuesta, hay un pequeño canal de entrada con boyas pero sin luces que de noche se hacen casi invisibles, seguimos pero mientra el Sisco intenta contactar con el puerto se desvía del canal, nada, apenas dos metros, vamos muy despacio y yo mientras estoy haciendo el ballestrinque a una defensa veo que la proa del Nami cambia el rumbo, no lo entiendo y le pregunto al Sisco que qué hace! y muy tranquilo me dice- nada... que hemos tocado el fondo... y yo que muy tranquila también le digo -ahh... cuando lo que hubiese querido decir es ¿ QUE QUÉEEE ? ¿Que hemos tocado queeee? pero claro había que guardar las apariencias que Ernesto no tiene que saber que soy un poco histérica a veces. El fondo es de arena y yo la verdad es que ni siquiera note el roce de la orza, el Sisco, como digo, muy tranquilo dio un puntito de gas marcha atrás y salimos sin ningún problema. El marinero nos dijo que las últimas tormentas del invierno han dejado muy poco calado en la entrada y que hay problemas con los barcos de gran calado, están esperando que draguen, en fin que íbamos muy despacio y apenas rozamos pero espero no volver a tener tan poca agua bajo la quilla nunca más.